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Contexto: cada vez sabemos más
Como ya sabemos, el desarrollo de los niños está dictado por su crecimiento, sus cambios mentales y físicos, su progreso y su aprendizaje a lo largo de los primeros años, empezando ya en sus primeros días de vida. En su caso, los bebés con síndrome de Down pasan por las mismas etapas, pero de una forma notablemente ralentizada y con ciertas diferencias.
Una de las mejores noticias de los últimos años es la evidencia de avances en materia de investigación: cada vez sabemos más sobre cómo se desarrollan los niños con síndrome de Down y a qué se debe su lento progreso. Gracias a estos avances, las familias, los terapeutas y los educadores son capaces de entender las necesidades de un niño o bebé con síndrome y propiciar las mejores condiciones para un aprendizaje óptimo.
El principal objetivo de todo ello es que estos niños pequeños potencien sus puntos fuertes, alcancen su potencial máximo y sean lo más felices posible en su entorno vital.
Esta mejor asunción de las necesidades de los niños con sd también provocará un mayor desarrollo cognitivo, especialmente si es comparado con el que tenían las generaciones pasadas de bebés con trisomía 21. Esto, a su vez, facilitará su integración en la comunidad social y el acceso a una educación apropiada y de calidad.
El desarrollo de un niño sin alteraciones cromosómicas puede organizarse en los cinco estadios siguientes:
Los investigadores han descubierto que todas las áreas de desarrollo funcionan de forma progresiva y ordenada, de forma que los actos correspondientes a los estadios más avanzados siguen estando relacionados con los básicos. Por ejemplo, en el desarrollo comunicativo, los niños terminan usando frases complejas para comunicarse oralmente, pero previamente han recurrido a palabras sueltas y, antes de ello, a gestos.
Los niños con el cromosoma extra que provoca el síndrome de Down siguen una ruta del desarrollo idéntica a los sanos, de ahí que, en los últimos años, se hayan conseguido preparar actividades que favorecen el progreso de los niños enfermos a través de las fases del desarrollo.
No obstante, otro de los datos clave que se poseen es que el desarrollo de las distintas áreas es transversal, por lo que pueden afectarse entre sí. Esto resulta obvio cuando pensamos, por ejemplo, en las consecuencias que las habilidades motoras de un niño o su capacidad comunicativa tendrán sobre su vida social. Un buen dominio de estas habilidades facilitará su vida diaria y la de la gente a su cuidado, y promoverá el disfrute de experiencias satisfactorias. En los casos opuestos, la estabilidad emocional del niño y de su entorno corren peligro.
El desarrollo de un bebé con síndrome de Down, considerado de forma global, es bastante similar al de los niños sanos y coincide en muchas de las áreas de desarrollo. La principal diferencia es el ritmo al que avanza en cada uno de los dos casos: un niño con síndrome de Down tiene un progreso más lento.
Pero esta no es la única diferencia, ya que las áreas de desarrollo de estos niños no maduran al mismo ritmo, sino que puede haber desequilibrios entre ellas, generando un patrón destacado de puntos fuertes y puntos débiles con el paso de los años. Con ello, podemos encontrar niños con una adecuada capacidad de socialización, pero con un déficit en el dominio del lenguaje, por ejemplo.
Y pasando de una perspectiva general a una concreta, concentrada en cada una de las áreas de desarrollo, también se advierten descompensaciones que vuelven a generar puntos fuertes y débiles. Por ejemplo, atendiendo exclusivamente al área de la comunicación, un niño con síndrome de Down puede poseer un control absoluto de los gestos y su significado y, al mismo tiempo, verse en serios problemas para hablar. En estos casos, los niños entienden mucho mejor que se expresan.
Otro ejemplo se da en el área del desarrollo cognitivo. El procesamiento y recuerdo de la información visual es más eficiente que el de la información verbal, es decir, lo que oyen.
En casos como estos es donde observamos diferencias en el ritmo del desarrollo de un bebé sano y el de un bebé con síndrome ya a corto plazo.
Las personas, y también los bebés, con síndrome de Down presentan un aspecto físico similar. Estos son los rasgos más comunes entre ellos:
Pero, además, el síndrome de Down puede comportar también defectos ya considerados problemas médicos, en ocasiones graves.
Estos son algunos de ellos: