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La función principal de la amniocentesis, como prueba de diagnóstico prenatal realizada entre las semanas 15 y 20 de embarazo, es detectar alteraciones cromosómicas en el feto mediante el análisis del líquido amniótico que protege al feto en el útero. Pero al tratarse de una prueba invasiva, es importante conocer los cuidados después de una amniocentesis.
Para obtener un diagnóstico genético detallado, se lleva a cabo un estudio del cromosoma obtenido, conservándolo en cultivo durante 14 días. Pero los casos de urgencia, en los que la paciente no puede esperar hasta cuatro semanas para conocer el resultado, permiten extraer resultados rápidos mientras las células fetales permanecen en cultivo.
Estos resultados se consiguen mediante tests rápidos como la QFPCR o el test FISH, que revelarán datos sobre los cromosomas 21 –asociado al síndrome de Down–, 13 –asociado al síndrome de Patau– y 18 –al síndrome Edwards–, así como los cromosomas sexuales. Sin conseguir un análisis detallado, estas pruebas rápidas pueden descartar estos tipos de síndromes en un mínimo de 48 o 72 horas después de la prueba.
¿Para qué más sirve la prueba de la amniocentesis?
La amniocentesis es una prueba invasiva que conlleva ciertos riesgos para la salud de la madre y del feto. Por eso, es importante pensar detenidamente si es necesaria o no, así como fijar los necesarios cuidados después de una amniocentesis y decidir de antemano qué medidas tomar acerca del bebé si el feto resulta ser portador de alguna anomalía genética.
Estas son los principales riesgos que conlleva someterse a la amniocentesis:
Si la amniocentesis se lleva a cabo como está previsto y sin problemas, el impacto en el físico de la madre y del feto no tiene por qué ser importante y, mucho menos, grave. Tal es así que, desde una perspectiva anímica y fisiológica, la madre debería ser capaz de continuar con su vida normal e incluso trabajar al día siguiente.
De todos modos, los expertos han comprobado que el cuerpo responderá mejor si se llevan a cabo cuidados después de una amniocentesis. Por ejemplo, un reposo relativo de, como mínimo, 24 o 48 horas. La madre puede, incluso, quedarse ingresada en el hospital si el equipo médico lo considera adecuado para minimizar la pérdida de líquido amniótico o controlar posibles complicaciones.
Una semana después de la prueba, la paciente acudirá a la clínica para someterse a un control ecográfico que descartará problemas derivados de la amniocentesis.
En todo caso, se recomienda contactar con el equipo médico vía telefónica o acudir a urgencias en el caso de experimentar los siguientes síntomas:
Es otra de las preguntas que más frecuentemente se hacen las pacientes antes de someterse a la amniocentesis. Hay que tener en cuenta que el dolor es algo relativo: cada persona posee un umbral del dolor y una sensibilidad concreta en cada zona del cuerpo. Además, el factor emocional también entra en juego, ya que los nervios pueden inducir a pensar que la intervención duele más de lo habitual.
Para responder esta pregunta con más exactitud, una encuesta parecía el método más justo. Tras someterse a ella, muchas pacientes han respondido a la pregunta de si la amniocentesis les ha parecido dolorosa y, en general, las sensaciones son positivas. Todo indica que la amniocentesis no es tan dolorosa como pueda parecer.
No hay que olvidar la posibilidad de aplicar anestesia local o una crema que insensibiliza ligeramente la zona en el caso de que la paciente sea reacia a notar la mínima molestia.
Independientemente de todo lo anterior, algo que ayudará de buen seguro a la paciente es acudir acompañada a la prueba. Esto puede servir como refuerzo anímico y restarle gravedad a la situación. Al fin y al cabo, se trata de una etapa más en el maravilloso proceso del embarazo.